Salesianos La Serena

Compartimos con ustedes columna de opinión de nuestro Coordinador de Apoyo, maestro Marco González, publicada el viernes 27 de septiembre en el reconocido portal El Desconcierto, a propósito del natalicio N° 117 del Cardenal Raúl Silva Henríquez sdb.

Ver publicación original en el siguiente: https://eldesconcierto.cl/2024/09/27/117-anos-del-cardenal-del-pueblo-el-legado-de-raul-silva-henriquez-en-tiempos-de-desigualdad

 

117 años del 'Cardenal del Pueblo': El legado de Raúl Silva Henríquez en tiempos de desigualdad

Por Marco González Santis
Coordinador de Apoyo de la Escuela Industrial Salesiana San Ramón, La Serena

 

El 27 de septiembre de 1907 nacía en Talca el hombre que, con el tiempo, se convertiría en una de las figuras más emblemáticas de la Iglesia Católica en Chile: el Cardenal Raúl Silva Henríquez. A 117 años de su nacimiento y 25 desde su muerte, su memoria sigue viva, especialmente en un contexto en el que las desigualdades humanas, sociales y económicas continúan marcando nuestra sociedad.

Hijo de una familia conservadora, Silva Henríquez encontró tempranamente su vocación por las leyes, pero también un llamado mucho más profundo que lo llevó a un camino distinto: el sacerdocio. Tras ordenarse a los 31 años en la Congregación Salesiana, sus primeros pasos como sacerdote fueron testigos de las profundas desigualdades del Chile de entonces. Desde sus distintos roles como docente y líder en el ámbito educacional, comenzó a esbozar lo que sería una vida de lucha por la justicia social, predicando con fuerza que la fe cristiana no podía ser disociada del compromiso con los oprimidos.

Esta convicción lo llevó a fundar Caritas Chile y la Federación de Instituciones de Educación Particular (FIDE), buscando dar respuestas concretas desde la Iglesia a las carencias y necesidades del país. El Cardenal no solo hablaba de justicia social, sino que la ponía en práctica, impulsando acciones que protegieran a los más vulnerables. Su liderazgo lo llevó a la cumbre de la jerarquía eclesiástica, siendo nombrado Arzobispo de Santiago y, posteriormente, Cardenal de Chile.

Su labor se volvió crucial en momentos de gran tensión política. Durante el gobierno de Salvador Allende y los mil días que marcaron su mandato, Silva Henríquez actuó como mediador en un intento de evitar que el país cayera en una guerra civil. Sin embargo, sus esfuerzos no fueron suficientes para detener el golpe militar de 1973 y la subsecuente dictadura. En ese contexto, lejos de optar por el silencio, el Cardenal alzó la voz en defensa de los derechos humanos, convirtiéndose en una de las pocas figuras que osaron desafiar la represión institucionalizada.

La creación de la Vicaría de la Solidaridad es quizás uno de sus legados más recordados. Este organismo fue una trinchera de ayuda para los perseguidos políticos, una muestra clara de que su lucha por la justicia no se detendría frente a la violencia y el abuso. Su coraje fue reconocido internacionalmente, recibiendo premios y distinciones de diversas organizaciones, incluidas las Naciones Unidas.

Con el retorno de la democracia, el Cardenal Silva Henríquez no se retiró de la vida pública. Sus llamados al diálogo y la reconciliación reflejaban su profunda convicción de que solo mediante la unidad se podría reconstruir una sociedad verdaderamente justa. Hasta su muerte, en 1999, continuó siendo una voz respetada no solo por los católicos, sino por amplios sectores del mundo político y social.

Hoy, cuando han pasado 25 años desde su partida, su figura sigue siendo un faro. En un mundo que sigue marcado por profundas desigualdades, su mensaje de justicia social, igualdad y respeto por la dignidad humana resuena con fuerza. Las nuevas generaciones, que enfrentan sus propios desafíos, pueden encontrar en su vida y obra un ejemplo de cómo la fe y el compromiso con los derechos humanos pueden y deben ir de la mano.

El Cardenal del Pueblo, como muchos lo llamaron, sigue vivo en el corazón de quienes creen en una sociedad más justa. Su lucha, su ejemplo y su valentía nos interpelan a no quedarnos en el discurso, sino a actuar, tal como él lo hizo, por aquellos que más lo necesitan.

Publicado en Noticias 2024

Compartimos con ustedes columna de opinión de nuestro Padre Director Félix Levin Alvial, publicada el viernes 16 de agosto en el reconocido portal El Desconcierto, a propósito del natalicio de Don Bosco.

Ver publicación original en el siguiente enlace: https://eldesconcierto.cl/2024/08/16/natalicio-de-san-juan-bosco-educar-en-tiempos-de-crisis

 

Educar en Tiempos de Crisis

Por P. Félix Levin Alvial

Director Escuela Industrial Salesiana San Ramón de La Serena

En la actualidad, América Latina y el mundo enfrentan un escenario global marcado por múltiples crisis que ponen a prueba nuestras sociedades en todos los ámbitos. Vivimos una crisis política y democrática, donde la polarización y la desconfianza en las instituciones erosionan los pilares sobre los que se sostiene la convivencia social. A esto se suma la amenaza constante del cambio climático, cuyos efectos devastadores no solo alteran los ecosistemas, sino que también exacerban las desigualdades económicas y sociales. Además, los efectos de la pandemia, la desigualdad económica y las tensiones sociales completan un panorama de incertidumbre que afecta profundamente la estabilidad y el desarrollo de nuestras naciones. En medio de estas dificultades, la pregunta que surge es: ¿puede ocupar la educación un papel relevante?

La respuesta es absolutamente afirmativa. Educar en tiempos de crisis significa, en primer lugar, dotar a las nuevas generaciones de las herramientas necesarias para interpretar y enfrentar el mundo que les ha tocado vivir. En un momento en que las soluciones simples ya no son viables, la educación debe fomentar un pensamiento crítico que permita a los jóvenes analizar la complejidad de los problemas actuales y buscar soluciones innovadoras y sostenibles. Además, la educación debe ser un espacio donde se cultiven los valores de la solidaridad, la empatía y el respeto, fundamentales para construir sociedades más cohesionadas y justas.

Asimismo, permite entregar seguridades en medio de incertidumbres. Esas seguridades sólo se pueden encontrar dentro de la propia persona humana, en su intimidad. Educar en tiempos de crisis es activar interioridad, es aprender a compartir los miedos que provocan las amenazas externas, y convocar a los demás para atravesarlos creciendo en fortaleza y valentía.

Y es que, la educación apunta a que las nuevas generaciones lleguen a ser ellos mismos de manera particular; un ser único y original en medio de los demás. Es decir, a construir una vida en primera persona que aspire a la mejor de las vidas posibles. La educación es, entonces, una experiencia transformadora que invita a poner el corazón en cada experiencia de vida para convertir nuestro mundo en uno mejor.

En tiempos de crisis, en tanto, la educación se presenta como uno de los pocos refugios que nos permite resistir, así como también transformar y reconstruir nuestro mundo. Sin embargo, podemos entender la crisis como un obstáculo, pero igualmente como una oportunidad. La palabra crisis, de hecho, proviene del griego "krisis", que significa decisión o juicio, sugiriendo un momento crucial que puede llevar tanto al desastre como a la renovación. Es en este contexto donde la educación tiene la responsabilidad de enseñar a transitar por las crisis, ayudando a los niños y jóvenes a encontrar en estos desafíos una oportunidad para la humanización.

Este enfoque nos remite inevitablemente a la figura del sacerdote italiano Juan Bosco, quien nació el 16 de agosto de 1815 en un contexto igualmente crítico como lo fue la unificación de Italia y la industrialización europea. Don Bosco se enfrentó a una profunda crisis económica, política y cultural que marginaba a los jóvenes pobres, dejándolos sin acceso a una educación digna y sin perspectivas de un futuro mejor. Sin embargo, lejos de resignarse, construyó un sistema educativo basado en tres pilares fundamentales: la religión, la razón y el amor. Estos pilares respondían a las necesidades inmediatas de su tiempo, las que apuntaban a la formación integral de los jóvenes preparándolos para insertarse en el mundo como “buenos cristianos y honestos ciudadanos”.

La vida de Don Bosco, huérfano de padre a los 5 años y con muchas dificultades para educarse, nos invita a no dejar de soñar, a construir, a educar y a humanizar. Su mensaje es más relevante que nunca en un mundo que, en muchos aspectos, parece haber perdido el rumbo. La educación, tal como él la concibió, no es una tarea que se pueda delegar o posponer; es una misión que depende sólo de nosotros mismos, un compromiso ineludible con el futuro de nuestros jóvenes y, por ende, con el futuro de la sociedad. No hay excusa válida para abdicar en esta tarea, pues educar no es sólo transmitir conocimientos, sino también formar corazones capaces de amar y transformar la realidad.

Hoy, al igual que en los tiempos de Don Bosco, estamos llamados a no perder la esperanza. En medio de la tempestad, hemos de recordar que la educación es un faro que guía, un proceso que humaniza y una herramienta poderosa para transformar las crisis en oportunidades de crecimiento y renovación. Es en estos momentos de dificultad donde la verdadera esencia de la educación se revela con mayor claridad: educar no es un mero acto intelectual, sino un acto profundamente humano y espiritual.

La crisis nos obliga a replantear nuestras prioridades y a redescubrir el valor de lo esencial. Es aquí donde la figura de Don Bosco cobra una relevancia especial, pues nos recuerda que la educación es, en última instancia, una cuestión del corazón. Al igual que él, debemos ser capaces de mirar más allá de las circunstancias adversas y trabajar con pasión y dedicación para construir un futuro más justo, humano y esperanzador. No se trata sólo de enseñar a los jóvenes a adaptarse a un mundo en crisis, sino de inspirarlos a ser los protagonistas de la transformación social, capaces de construir una sociedad donde el respeto, la justicia y la solidaridad sean los valores fundamentales.

Educar en tiempos de crisis, como lo hizo Don Bosco, es por tanto, un llamado a la acción. De hecho, muchos historiadores atribuyen que, en 1851 Don Bosco ideó y diseñó el primer contrato de trabajo moderno para que sus muchachos fueran respetados y no fueran explotados.

Educar es un desafío que nos invita a renovar nuestro compromiso con las nuevas generaciones, a enseñarles que, incluso en los momentos más oscuros y difíciles, educarse integralmente sigue siendo la clave para abrir las puertas de una vida futura de alta calidad.

Don Bosco solía decir, "la educación es cosa del corazón", sólo desde el fondo del corazón humano es donde podemos encontrar las fuerzas necesarias para superar cualquier crisis, y junto con ello construir un mundo más cada vez más humano.

Publicado en Noticias 2024
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